No podía creerlo, yo no tenía ninguna dificultad con los meses del año, los conocía mucho antes de que la profesora los explicara en clase, y ahora me faltaba un mes.
Fue la primera vez, al menos que recuerde, que tuve aquella extraña sensación en mi estómago, aquel fuerte hormigueo me calentaba el pecho y me secaba la boca hasta que prácticamente me mareaba al tiempo que mis ojos se humedecían por mis lágrimas. La inseguridad se había apoderado de mí mente, mientras repasaba los meses que tenia escritos, uno por uno, sin echar en falta ninguno, siendo incapaz de avanzar, y a medida que pasaban los minutos las lágrimas y los nervios ya no me dejaban ver lo que tenia escrito y hacía imposible que pudiera salir de aquel atolladero.
Afortunadamente aquella profesora se acercó, preocupada por mi estado, y me preguntó que me sucedía. Quizás por que me vio muy mal, o quizás porque yo era muy pequeño y aquello no era más que un simple control más de primer curso, miró mi hoja, y me dijo, Agosto, te falta Agosto.
De aquel día aprendí varias cosas:
- Por un lado que cuando hay algo importante que mi mente no es capaz de solucionar, mi estómago reacciona con fuerza. Años más tarde conocía en clase de biología el entramado neuronal del estómago, aún hoy campo abierto de investigación científica, con grandes incógnitas por descubrir.
- También que cualquier gran problema, el tiempo lo convierte en insignificante, porque los problemas lo son porque nos lo parecen, y es cuestión de perspectiva, por eso la mejor forma de solucionar un problema, es retirarse, separarse del entorno que lo genera y poder verlo desde lejos.
- Que la seguridad y el exceso de confianza te puede jugar malas pasadas.
- Que siempre puede haber alguien, que inesperadamente haga algo por ti, sin que lo esperes y sin pedírselo.
Aquella sensación se volvió a repetir en varias ocasiones de mi vida, con mayor o menor intensidad, apoderándose de mi, a veces dejándome sin aliento, bloqueando mi pensamiento, humedeciendo mis ojos al tiempo que el estómago se cierra y las piernas se debilitan, y aún sabiéndolo, tardas días en poder reaccionar, eres incapaz de retirarte para pensar y el haber vivido algo así antes no te ayuda excesivamente a controlarlo, aunque creo te sirve para conocer que sucede algo realmente importante.