lunes, 20 de junio de 2016

Hoy os quiero contar algo divertido

Esta tarde me cruzaba la mirada con un pequeñajo, un bebe de esos que aún no hablan y te miran fijamente con cara de sorpresa, un simple movimiento de ojos, una pequeña mueca y provocaba su primera sonrisa, un pequeño ruido, unas muecas más y una pedorreta, suficientes para que su sonrisa se intensifique y comience a reír, con ganas de continuar, provocando con su mirada, haciéndome reír, para posteriormente soltar él una carcajada y seguir buscando complicidad, cualquier movimiento, cualquier cosa es suficiente para que el bebé siguiera riendo sin parar. Menos de un minuto y se descojonaba, sin más.

Hoy me apetece dedicar mi post a esos momentos alegres, a esas conexiones que sin saber como ni porque destapan momentos alegres, sonrisas que pasan a risas, a carcajadas y momentos especialmente alegres, momentos que inexplicablemente no buscamos continuamente, cuando sin duda sería muchos más reconfortante generar carcajadas continuamente. Seguramente hay muchos motivos que nos impiden reír continuamente, sin duda a medida que crecemos nuestro cerebro queda invadido por negatividad, problemas que generan ansiedad en lugar de risa.
No voy en este post a cargarme de hipocresía y pretender que nos partamos ahora de risa, ni que olvidemos esa rutinaria vida que nos impide carcajear de forma continua, simplemente me limitaré a recordar algunos de esos momentos, no para haceros reír, pero sí para haceros pensar, pensar en momentos similares que sin duda habéis compartido, os quiero hacer recordar para que desde el recuerdo busquéis la sonrisa, desde la sonrisa la risa y desde la risa la carcajada, reír, reír y reír hasta llorar, yo desde luego mientras escribo hoy me voy a partir.

Recordar la última carcajada es fácil, me partía esta tarde mirando esa pequeña criatura en su carrito mientras yo tomaba un simple café, sin nada más en que pensar que hacer reír a ese enano, quizás por eso el reía o quizá no, pero que más da, hemos pasado un buen rato, ja, ja, ja.

Recordar la primera vez que me partí, supongo que no seria la primera vez que me partía, pero recuerdo aquel lobo orejón de plástico duro con el que me reía cada noche hasta quedarme dormido.

Recordar épocas especialmente de risas, me viene a la cabeza aquellas tardes de patinaje, con José, cuando la que ahora es su mujer nos suplicaba mientras se petaba, nos pedía una y otra vez que paráramos, con sus manos entre las piernas, sin poder aguantarse y meándose literalmente encima.

Recordar travesuras para reír, Especialmente aquel día bajo la cama, con mi hermano, después de haber removido todo el piso para gastar una broma a nuestros padres, reímos sin parar imaginando la cara que pondrían al entrar, y se nos quitaron las ganar de reír por una temporadita cuando entraron.

Recordar atragantarse de risa, No recuerdo bien quien fue la ingenua que en aquella acampada en Boadella calentó la carne en el hornillo directamente dentro del taper, pero casi nos morimos unos cuántos, no podíamos parar de reír. Comidas interrumpidas, bastantes, para destacar alguna de aquellas en lo que ahora es el centro budista del palau Novella, cuando cambiábamos algún postre de natillas por alioli, o cuando llenábamos los porrones de vino con el vinagre.

Recordar las mejores risas trabajando. Uff, trabajando me he reído mucho, y espero seguir haciéndolo, las de mi época de hostelería dan para un libro, madre mía, pero sin duda recuerdo especialmente aquella tarde viendo una película de artes marciales, el bar vacío, entro al lavabo y cuando salgo el bar lleno de koreanos vestidos en chándal, sentados de cuclillas, parecía que se habían salido de la película.

Recordar risas con la familia No soy capaz de saber con quien me he reído más, si con mi padre o con mi hermano, vaya dos, con mi padre era día si y día también que no la liara, siempre gastando alguna bromilla para que nos partiéramos, claro que liarla, la liaba bien gorda de vez en cuando, como cuando probó la sosa caustica, pero sin duda donde nos ha hecho reír más ha sido de pintor. El día que pintó la nevera con spray, siendo yo un niño, y se le atascó el bote, suerte que llevaba gafas cuando pinchó la válvula para desatascarla, y aún reía él más que nosotros, hasta que se quitó las gafas que ya nos meábamos. Aunque aún se superó el día que pintó la terraza, descolgando con el rodillo una maceta, que caía casualmente dentro de la lata de pintura, pintándose todo el patio de forma instantánea, madre mía, me parto solo de recordarlo.

Recordar eventos. Quizás porque vamos predispuestos, o tal vez porque nos gusta pasarlo bien y posiblemente el alcohol también ayuda, en bodas, bautizos, fiestas y conciertos nos hemos despachado a gusto, puestos a recordar, recuerdo la cara de Rosa cuando le dimos la raspa del pescado y las fotos pescando en su acuario y cocinándolo en su sartén.

Recordar risas estudiando. No hay mejor forma de aprender que divirtiéndose, me vienen muchos momentos a la cabeza, muchas risas y mucho cachondeo en época estudiantil, especialmente con respuestas y salidas ocurrentes, problemas para aguantar silencio en la biblioteca.

No recordar pelis de risa. Películas de risa, hay muchas, cualquiera de ellas es buena si no puedes parar de reír, igual que monólogos y obras de teatro, pero no las recordéis, verlas de nuevo o ver otras de nuevo, es la mejor terapia para estirar y hacer trabajar todos esos músculos que se activan con la risa.

Los momentos de risa no se pueden planificar, no se pueden prever, o quizás si, busca tu risa constantemente, mantén viva tu sonrisa, procura estar alegre cada instante, no pares de reír y de hacer reír, identifica la gente que te hace reír, y sobre todo ríete, ríete hasta que no puedas aguantar más, una y otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario