lunes, 30 de mayo de 2016

Hoy os quiero contar el dia que perdi el mes de Agosto

Aquella pregunta no entrañaba ninguna dificultad,  recuerdo perfectamente mi satisfacción inicial al leerla, y como disfrutaba mientras iba escribiendo uno por uno los meses del año, mostrándome seguro hasta llegar al mes de Diciembre para pasar rápidamente a la siguiente pregunta. Quizás por que ya a mis seis años me gustaba verificar, repasar y pensar más de la cuenta, me dispuse a repasar mi respuesta y por algún motivo me dio por contar los meses, increíblemente me faltaba uno.
No podía creerlo, yo no tenía ninguna dificultad con los meses del año, los conocía mucho antes de que la profesora los explicara en clase, y ahora me faltaba un mes.

Fue la primera vez, al menos que recuerde, que tuve  aquella extraña sensación en mi estómago, aquel fuerte hormigueo me calentaba el pecho y me secaba la boca hasta que prácticamente me mareaba al tiempo que mis ojos se humedecían por mis lágrimas.  La inseguridad se había apoderado de mí mente, mientras repasaba los meses que tenia escritos, uno por uno, sin echar en falta ninguno, siendo incapaz de avanzar, y a medida que pasaban los minutos las lágrimas y los nervios ya no me dejaban ver lo que tenia escrito y hacía imposible que pudiera salir de aquel atolladero.
Afortunadamente aquella profesora se acercó, preocupada por mi estado, y me preguntó que me sucedía. Quizás por que me vio muy mal, o quizás porque yo era muy pequeño y aquello no era más que un simple control más de primer curso, miró mi hoja, y me dijo, Agosto, te falta Agosto.

De aquel día aprendí varias cosas:
  •  Por un lado que cuando hay algo importante que mi mente no es capaz de solucionar, mi estómago reacciona con fuerza. Años más tarde conocía en clase de biología el entramado neuronal del estómago, aún hoy campo abierto de investigación científica, con grandes incógnitas por descubrir.
  • También que cualquier gran problema, el tiempo lo convierte en insignificante, porque los problemas lo son porque nos lo parecen, y es cuestión de perspectiva, por eso la mejor forma de solucionar un problema, es retirarse, separarse del entorno que lo genera y poder verlo desde lejos.
  • Que la seguridad y el exceso de confianza te puede jugar malas pasadas.
  • Que siempre puede haber alguien, que inesperadamente haga algo por ti, sin que lo esperes y sin pedírselo.

Aquella sensación se volvió a repetir en varias ocasiones de mi vida, con mayor o menor intensidad, apoderándose de mi, a veces dejándome sin aliento, bloqueando mi pensamiento, humedeciendo mis ojos al tiempo que el estómago se cierra y las piernas se debilitan, y aún sabiéndolo, tardas días en poder reaccionar, eres incapaz de retirarte para pensar y el haber vivido algo así antes  no te ayuda excesivamente a controlarlo, aunque creo te sirve para conocer que sucede algo realmente importante.


martes, 24 de mayo de 2016

Hoy os quiero contar que llevar en una travesía.

Si algo se aprende rápido haciendo travesía es el punto de equilibrio a la hora de valorar lo que puedes cargar en la mochila, a buscar aquella línea de coincidencia entre lo que realmente necesitas y lo que tu espalda puede transportar sin perjudicar la marcha. Está claro que el exceso de equipaje puede sacrificar el llegar a tu destino y que a mayor peso, menor ritmo, también que el prescindir de material necesario pone en riesgo finalizar con éxito y alcanzar tu objetivo. La climatología, distancia, altitud, tipo de terreno, y la experiencia influyen indudablemente a cargar en tu mochila exclusivamente lo necesario. Si hay una regla básica, es que siempre necesitarás agua y que posiblemente todo lo demás es prescindible.

En la vida, igualmente, el saber cargar tus mochilas correctamente te permitirá avanzar correctamente y llegar a tu destino.

Carga en una mochila todas tus cosas materiales, toda tu ropa, tu dinero,  tu teléfono, tu ordenador, tus muebles, tu coche, tu casa, tus plantas, claramente a mayor número de posesiones más dificultades para moverte libremente, recuerda que el peso que no puedes soportar en tu espalda durante el transcurso de la travesía, es peso excesivo y por tanto debes rebajarlo sacrificando lo que no necesitas. La regla básica es prácticamente la misma, siempre necesitarás agua y posiblemente todo lo demás es prescindible.

Casi nadie se plantea cual es su travesía en la vida y donde quiere llegar, sin embargo carga en su mochila todo lo que puede, es más, centra su vida y su lucha en incrementar su equipaje. 
Nuestra cultura nos lleva a ser propietarios, es más se valora  a las personas exitosas por sus posesiones, por lo que es suyo, independientemente de si lo utiliza, o lo disfruta.

Carga en tu mochila aquellas cosas inmateriales que puedas necesitar para tu travesía, amigos, familia, sentimientos, pasiones, ilusiones,  recuerda que estas cosas también pesan y que si cargas excesivamente tu mochila, tampoco podrás avanzar y también quedarás agotado sin llegar a tu destino, planifica que quieres, donde quieres ir, que puedes dejar atrás sin poner en riesgo tu supervivencia y tu felicidad, y con esa mochila, poco pesada, pero nunca vacía, VIVE.

Recuerda que tu eres quien debe decidir que llevar en tu mochila, que es lo necesario y que es lo prescindible, recuerda también que a mayor peso, menor ritmo, y que el prescindir de según que, pone en riesgo alcanzar tu destino.



lunes, 16 de mayo de 2016

Hoy os quiero contar el valor de los valores

Era, sin duda un renacuajo, cuando oí por primera vez el nombre de aquella mujer que había venido a visitarnos, quizás la había visto antes, pero nunca había deparado en su nombre, quizás porque yo estaba mucho más interesado en mis indios que en la gente que venia a visitarme.
Aquel día, sin embargo, no puede contener mi curiosidad de preguntar, ¿ Digna es un nombre?, mi abuela me puso la mano en la cabeza mientras me decía; " Dignidad, su nombre es Dignidad. No olvides nunca ese nombre, cuando seas mayor será importante que lo recuerdes y sepas bien su significado".
Aquel día pasó y seguí con mis juegos, mi cole, mis amigos, mi balón, y mi colacao durante unos cuántos años hasta hacerme mayor.
Casualmente, o quizás no, mi primer trabajo me vino recomendado por aquella mujer, doce años más tarde me iniciaba en el mundo laboral, simplemente por que ella, en agradecimiento a mi familia, se había acordado de mí al ver una vacante en la empresa donde ella prestaba sus servicios de limpiadora.
Para entonces, estaba a punto de realizar los exámenes de la selectividad, y el significado de dignidad aparecía con fuerza en clases de filosofía y en latín. Posteriormente me encontré con el vocablo dignidad vinculado a las personas como eje central de toda una declaración de derechos humanos. Mi abuela, que no había ido al colegio y que podía haberme contando cualquier chisme a mis cinco años, me marcó el camino, un camino que poder seguir libremente, el de vivir y crecer como una persona digna. Su origen, y su significado de valioso,  convierten, desde mi punto de vista, la dignidad no en un valor importante, sino en el valor. Al final no es más que su significado, por tanto, me lo apropié como el valor de los valores, aquel que aparecerá como mediador ante cualquier crisis o confrontación ante una decisión donde haya conflicto de intereses, dudas entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto.

Que mejor decisión ante un dilema, que actuar libremente con dignidad.

Que mejor ejercicio para el descanso de tu conciencia que actuar con dignidad, dando valor a tu persona y valorando al resto como lo que son, seres humanos.

Hoy en día, puedo entender muchas de las actuaciones de personas de mi entorno, de ese mundo lleno de tramposos, de los que conviven con la corrupción, delincuencia, faltas de respeto, odio hacia los demás, puedo entender lo que no comparto, soy consciente que al igual que yo, muchos son libres de elegir otro camino, de elegir otros valores y vivir sin dignidad justificando lo injustificable, allá ellos con su conciencia. Lo que si me preocupa, y cada vez más,  es que se ataca la dignidad de los demás, porque hay gente muy valiosa, que no puede seguir su camino.




miércoles, 11 de mayo de 2016

Hoy os quiero contar historias de un superviviente

Hoy he querido brindar un homenaje a uno de esos ciudadanos de a pie, de esos que pasan desapercibidos para las grandes masas, que mantienen intactos sus valores y que han sobrevivido desde la humildad, aprendiendo y formándose como persona a través de la experiencia, sin medios ni posibilidades, sin conocer la universidad, pero que acaban siendo catedráticos de la vida.
La primera vez que coincidí con él estaba construyendo la que posteriormente seria su casa, aunque ejercía de camarero, su profesión anterior había sido albañil, aunque no la única.
Mi padre siempre me había hablado de él como el mejor talador,  jefe de colla en la extracción del corcho. Sin duda, los que le conocemos más a fondo destacamos como una de sus principales capacidades su habilidad disparando, quizás su desconocimiento de los canales de promoción, la falta de acompañamiento o tal vez su falta de ambición, le llevaron a priorizar su amor por la familia y  no le acercaron al mundo del deporte y a la alta competición. Su falta de recursos económicos derivaron en que jamás se planteara el tiro como un posible medio de vida, él había aprendido a disparar sabiendo que no podía permitirse fallar, no tenia margen de error, necesitaba tener éxito para que su familia pudiera comer y esa necesidad le había convertido en un tirador excepcional. Ya de bastante mayor, le vi desbancar a un campeón de Europa en una tirada al plato en las fiestas populares, los dos hacían pleno en ambas rondas, mostrando una gran diferencia en cuánto a su forma de afrontar la competición. Mientras el joven campeón disparaba su segundo tiro al trozo mayor en las ocasiones que acertaba en el primer disparo, él alargaba el tiempo antes de disparar, asegurándose para no fallar, tal y como tenia interiorizado, acostumbrado a no malgastar una oportunidad y a ahorrar munición.
El Tira le llaman sus amigos, sus familiares y la guardia civil, en tiempos difíciles fue furtivo, también guarda forestal, talador, campesino, comerciante, distribuidor de medicamentos, concejal, emigrante, camarero y albañil entre otras profesiones que ha desarrollado para sobrevivir, pero si algo le caracteriza es que ha sido un gran maestro. Cualquiera que le haya conocido, seguro que ha aprendido algo. Hoy que he decidido homenajearle con este modesto post, quiero recordar principalmente la época que compartí con él, siendo yo un niño en la finca de Navamuelas, donde aprendí aquello que no está en los libros, reforzando mis valores y reforzando mi autoestima.
Con algo menos de once años aprendí de su mano a madrugar y ganarle la partida al sol. Ver amanecer es muy enriquecedor, pero desde que clarea hasta que el sol despunta, la naturaleza se está despertando, es más fácil cazar, pero también es la mejor hora para bañarse, para encontrar setas, para ordeñar, almorzar huevos recién cogidos o para hacer pan, la calor no molesta y hasta el viento parece que descansa.
De su mano aprendí a caminar en silencio, a observar, a tener paciencia, y a base de perderme incluso llegué a aprender a orientarme. Conseguí a diferenciar cada uno de aquellos cerdos, aprendí el nombre de cada una de aquellas gallinas que el primer día parecían iguales. Aprendí sobre todo que las necesidades no son reales, que las creamos nosotros. Jamás pensé que pudiera estar dos meses en plena naturaleza, aprendiendo y disfrutando sin mi balón de futbol, sin mis patines y sin mis amigos, aprendí que para ser feliz, se necesita muy, muy poco, o quizás mucho, salud, agua, amor de la familia y creatividad.
Pero también me enseño una sencilla receta de cocina, que hoy os quiero plasmar aquí, para que sepáis como es una persona sencilla, creativa y práctica.
Basta con que cojáis un pimiento rojo bien grande, cortéis la parte superior, y lo vaciáis.
En su interior introducís una codorniz limpia, añadiendo algo de sal y un poco de mantequilla, colocáis de nuevo la parte superior, cerrando totalmente el pimiento. Se coloca al horno, fuego medio 20 minutitos y tal y como un día el Tira me dijo, no sabrás que está más sabroso, si la codorniz o el pimiento.

Buen provecho

martes, 3 de mayo de 2016

Hoy os quiero contar donde te enseñan a ser feliz.

Me encontraba aquella mañana totalmente receptivo, con todas mis neuronas activadas, con el único propósito de observar y no perder detalle para captar el máximo conocimiento posible, consciente de que se trataría de una jornada intensa y especialmente enriquecedora.
Aquella mañana me había levantado para aprender, si, ciertamente ese era el propósito de aquella jornada, observar y aprender, aprovechar al máximo aquella práctica de navegación. Quizás porque estaba realmente predispuesto, o porque el entorno favorable me transforma, quizás porque hay días en que todo lo magníficas o quizás porque es cierto que se ve más cuando se mira y se oye más cuando se escucha atentamente, o quizás por alguna otra causa, aquel día se transformó en un nuevo punto de inflexión.
Algo de náutica aprendí aquella mañana, sin duda; seguridad, maniobras, orientación, nudos, terminología, mecánica... toda una concentración de teoría y práctica, lo que se conoce como un master acelerado.
Aprendí indudablemente sobre navegación, pero si algo aprendí realmente fue una lección sobre la vida, una lección que me ha acompañado desde aquel día.
Me sorprendió ver aquella joven patrón como alguien que ante todo creía en ella misma, que había transformado su pasión para crear  un medio de vida, una auténtica profesión, que además vivía con entusiasmo, con ilusión y transformaba lo que podía ser una simple jornada de trabajo en un autoaprendizaje para crecer profesionalmente y sobre todo priorizando lo importante, hacer lo que te gusta para así ser feliz, priorizando esta verdadera esencia por encima de cualquier otra.

Aprendí que lo más importante de cualquier profesión o cualquier actividad que realices es que te apasione, porque vivir con pasión te hará feliz.

Aprendí el valor de compartir un café en una fría jornada de invierno con aquella patrón que se mostraba feliz tras observar el vuelo de un collverd, valorando las cosas sencillas, sin grandes pretensiones y adaptándose al medio para sobrevivir.
Descubrí como alguien que yo veía con un enorme talento manejando aquel velero, idolizaba a aquellos "abueletes" que ya salían de su baño matinal en la Barceloneta a pesar de ser el mes de Febrero.
Mientras yo quedaba sorprendido observando la facilidad con la que realizaba un ballestrinque o un as de guía, descubría como se puede enseñar desde la modestia, evitando el protagonismo y dando ejemplo de como se puede vivir amando lo que haces.
Si algo descubrí aquella mañana fue a alguien con talento, que trabajaba en algo que le apasionaba, que vivía intensamente y con pasión hasta el último detalle de lo que hacia y que no tenia ningún reparo en compartir todo su conocimiento. Alguien que podía valorar el frescor del viento, expresar la belleza de un paisaje, soñar con navegar entre el hielo, explicar con entusiasmo cada detalle, cada anécdota, preguntando y mostrando interés por ayudar y enseñar. Alguien capaz de agradecer a la naturaleza formar parte de ella.

Recuerdo varias anécdotas y una gran lección:

Cualquier cosa que no funcione, posiblemente puedas arreglarla tú, quizás no lo consigas, pero antes de desistir esta la opción de probarlo y la satisfacción de lograrlo.

Desde aquel día, he intentado sin éxito, una y otra vez, he aprendido a base de probar, siempre desde la prudencia, desde la modestia, velando por la seguridad, pero probando para resolver, sin desistir en mi empeño.
Desde aquel día, he intentado compartir mi conocimiento, amando lo que hago, muy consciente de que todo aquello que no sea capaz de compartir, desaparecerá.

Desde aquel día valoro el café  no por su sabor, no por su intensidad, sino por su sabiduría, la sabiduría del compartir.